No fue el ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, quien anunció el decreto que garantiza la salvaguardia para productos del agro y quien lo hizo, en cambio, fue el saliente ministro de Comercio, Sergio Díaz-Granados, quien firmó la medida que durará dos años para blindar la producción nacional del ingreso de cebolla, fríjol, leche, tomate y papa.

El decreto gubernamental restringe el número de toneladas que anualmente podrán ser importadas de estos productos, con el fin de apoyar el agro nacional y fijó un contigente anual de 102.392 toneladas, así: para el fríjol de 23.323 toneladas, de 1.644 en el caso de la leche, 4.698 toneladas cuando se trate de importación de lactosuero, de 2.178 toneladas de tomate, de 1.073 de arveja, de 3.202 de papa fresca, de 969 de pera y de 8 toneladas de queso fresco.

En total, según el ministro Díaz-Granados, son nueve los productos agrícolas que se beneficiarán del decreto que salvaguardia la producción nacional que busca cumplir con acuerdos pactados en el Acuerdo de Tunja a finales de agosto anterior después de una intensa jornada de protesta que terminó con una crisis ministerial.

Pero más allá de las decisiones coyunturales, están las disputas conceptuales que libran en el mismo escenario el gobierno, los gremios, las organizaciones campesinas e, incluso, los propios partidos políticos y que al parecer ahora se han intensificado al menos por tres factores: los diálogos en la habana, la posible reelección del presidente Juan Manuel Santos y el inconformismo creciente con el ministro Rubén Dario Lizarralde.

Casi con el final del paro agrario a comienzos de septiembre y con una ocasión de la crisis ministerial, se conoció el nombramiento del actual titular de la cartera de asuntos agropecuarios que más allá de ser recibido con alborozo por pertenecer a las entrañas del empresariado agroindustrial, desde un principio ha tenido que soportar toda clase de comentarios.

Los primeros, inclusive, fueron en su propio partido Conservador poir considerar que no ha sido un activo representante de la dignidad azul, pero además casi de inmediato se hizo saber que podría tener una serie de impedimentos por posibles negociaciones de terrenos baldíos en la zona del Vichada.

Como si fuera poco, el modelo empresarial que en los últimos años fue mostrado como ejemplo de responsabilidad social y emprendimiento para pequeños, medianos y grandes empresarios en la palma de aceite, comenzó a ser señalado como un lunar recurrente porque varios campesinos que fracasaron en sus cultivos por la presencia de la enfermedad conocida como pudrición del cogollo son en la actualidad sujetos de mora y cobro jurídico.

Para completar, el mes de luna de miel se convirtió rápidamente en luna de hiel, como sucede en los matrimonios modernos y con los gremios agropecuarios comenzaron muy pronto a conocerse los desplantes y quiebre de vajillas que ocasionado el propio ministro por su talante de hablar y no escuchar.

wwa.amigosdelcampo.com logró establecer que el Presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, Rafael Mejía López, conocido entre la dirigencia gremial por ser paciente y conciliador, fue uno de los primeros anfitriones que tuvo que soportar el desplante de informar a los presidentes de casi 40 gremios agropecuarios que el ministro Lizarralde no llegaría a una reunión programada.

Pero, además, para completar la faena, en las reuniones sostenidas con el transcurrir de los días, el titular de la cartera agropecuaria ha hecho suya una frase del exministro Juan Camilo Restrepo y también de las propias organizaciones campesinas en el sentido de que los gremios no han hecho lo suficiente por el campo. “Que se pellizquen”, les hizo saber.

Para nadie es un secreto que si hay algún sector de la economía que apoyó con máxima dedicación al expresidente Álvaro Uribe Vélez fueron los gremios agrícolas y ganaderos del país, y ahora que cualquier escenario es un campo de batalla, la crisis del campo se presta como un escenario fuerte y frágil a la vez para trenzar disputas y réditos.

Pero más allá de lo efímero de la contienda verbal o de actitudes, lo que está en juego es que los campesinos de distintas zonas del país, no tanto por sus argumentos ni sus propuestas, sino que desesperados por las deudas y la pobreza, desnudaron de cuerpo entero la crisis del agro que aunque cacareada desde hace tiempos nadie le ha puesto atención.

Lo peor es que cuando no hay un propósito colectivo, todos creen tener la verdad y lo que está observando el país ahora es que las iniciativas del Ministerio, de los gremios de los campesinos buscan un mismo fin pero por distinto medio y ese es el caldo de cultivo de la tensión y descalificación existente entre todos.

El gobierno por ejemplo, según expertos, no ha sido respetuoso de las organizaciones y en lugar de promover esfuerzos para que todos se sienten en la misma mesa, se reúne cuando puede con cada uno por separado y según ha trascendido el propio ministro no quiere saber nada de los representantes de Fedegan y de la SAC, José Vicente Lafaurie y Rafael Mejía López.

Pero más allá de los gremios, el ministro y el gobierno camina en este momento en la punta de los pies para no quebrar los huevos porque las Dignidades Agropecuarias, ya han hecho saber que movilizarán todos sus esfuerzos para desarrollar un nuevo paro porque están cansados de ver que pasan los días y nada se ha materializado para el Gran Pacto Nacional Agrario como pomposamente lo llamó el Presidente Santos, una vez logró bajar la espuma de la movilización en las carreteras.

Los gremios y los campesinos, pir separado, han hecho saber que la integración democrática de los distintos actores de la economía colombiana deben quedar establecidos en un cronograma con lineamientos, estrategias, acciones, presupuesto y demás medidas necesarias para hacerlo efectivo con voluntad política para poner al sector rural en el lugar que corresponde.